Terminamos con San Sebastián una serie de propuestas para excursiones otoñales centradas en las cuatro comunidades autónomas de la cornisa cantábrica y que hemos venido realizando en este blog de locura vacuna durante las últimas semanas.

San Sebastián es una ciudad cercana, señorial, amigable, paseable y que siempre apetece. El encanto de sus tabernas de la parte vieja, en los que se pueden consumir desde pimientos de Gernika a los pinchos más elaborados que han dado fama a la ciudad donostiarra, el aspecto de principios del siglo XX de las calles al otro lado del Boulevard, que desprenden señorío por los cuatro costados, la calidez de su playa de la Concha y el aspecto bravío del vecino arenal de Zurriola, el modernismo de su Kursaal, la frescura de sus espacios naturales, el bullicio de sus barrios con Gros convertido en un nuevo centro de la capital guipuzcoana, el encanto de su monte Igeldo…

San Sebastián es recomendable en cualquier época del año, pero también en esta estación otoñal en el que los días van perdiendo presencia y la noche echa antes su manto, dejando que Donostia luzca espléndida bajo las luces artificiales.

Sobre la gastronomía del sector vacuno, poco que decir. El chuletón es uno de los platos estrellas, tanto en la ciudad como en las bulliciosas sidrerías de las localidades vecinas de Hernani y Astigarraga. También destaca la producción de leche en caseríos repartidos por la provincia y que es comercializada bajo pequeñas marcas.

Precisamente la provincia es otro de los grandes encantos de San Sebastián. Hondarribia, Zarautz y Pasaia son los puntos capitales de la costa guipuzcoana, sin olvidar los arraigados bosques de su interior y las pequeñas localidades diseminadas por su geografía.

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