Hubo años en los que estuvo más cerca de desaparecer que otra cosa. El competidor vegetal que llegaba de Francia, en ocasiones a lomos de un luminoso helicóptero, tuvo bastante más poder que la autóctona y malquerida mantequilla. La fuerza de la margarina, que en teoría esgrimía razones de salud para arrinconar al milenario producto de la leche, estuvo muy cerca de hacer que la mantequilla desapareciera de los lineales de los supermercados. Ahora, suspiremos aliviados por ello, vive una nueva época de esplendor.

Es cierto que la mantequilla se hace con la grasa de la leche, cuyo perfil de ácidos grasos aún no está totalmente aclarado por parte de la comunidad científica, pero nadie dice que haya que comerla a cucharadas a cualquier hora del día. Cada producto alimenticio tiene su uso y su forma óptima de consumo. Y la mantequilla no es ninguna excepción.

Existen en el mercado ciertas iniciativas que ofrecen un escaparte que la mantequilla merece. Ya hemos hablado en este blog de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Mantequilla de Soria, con sus virtuosas presentaciones, su producción prácticamente vendida desde la salida a la comercialización y su trabajo por el desarrollo rural a través de la Cooperativa Lechera Soriana. Otro ejemplo es Mantequería Las Nieves, ubicada en Espinosa de los Monteros (Burgos), con un producto de calidad y dirigido al mercado. Todo esto sin hablar de las mantequillas tradicionales que pueden encontrarse en los más recónditos valles de las geografías asturiana y cántabra, en todo un deleite para los sentidos.

Si no lo haces ya, da una oportunidad a este producto lácteo por excelencia. Que Dios salve a la mantequilla.

(Fuente de las fotos: Vacuno de Élite y Cañada Real)