Hay cosas que siguen teniendo su gracia, por mucho que viajar al extranjero ya no sea lo complicado que era antes, se hayan generalizado los vuelos a otros países con los vuelos de bajo coste y ya no haga falta ninguna documentación para cruzar las fronteras interiores de la Unión Europea. Eso de saber que entras en otro país, cambias el huso horario y acostumbrarte a que una ‘caña de cerveza’ pase a ser ‘cerveja a pressao’, sigue teniendo su gracia, aunque en realidad se crucen unos pocos kilómetros entre dos ciudades fronterizas, como ocurre entre la española Badajoz y la portuguesa Elvas, separadas por menos de 20 kilómetros.

Ciudades que vivieron en el pasado de forma legal o menos legal de los negocios que se cocían en la frontera y que ahora lo hacen de un turismo que cada vez está más acostumbrado a cruzar los límites entre los países, con ese discreto encanto que únicamente tiene lo fronterizo. A ambos lados, el ganado vacuno de carne ha sido fundamental en la economía desde tiempo inmemorial.

Elvas es una ciudad situada en el distrito de Portalegre, en la región del Alentejo. Con menos de 30.000 habitantes, la azulejería de sus plazas delata que ya estamos en Portugal, aunque no hayamos visto la aduana, mientras que está coronado por un acueducto construido en el siglo XVI, su afamada fortaleza para servir de bastión defensivo en la otrora ajetreada frontera, sus calles estrechas en cuesta y sus iglesias al más puro estilo luso.

Además, en las inmediaciones se encuentra la histórica localidad de Campo Maior, cuna de la transformación del café que los portugueses traían desde sus colonias brasileñas. Por supuesto y es obvio apuntarlo, la calidad gastronómica de sus productos de la tierra y del mar hace que una visita a la zona pueda convertirse en inolvidable.

(Fuente de las fotos: Wikipedia)