El humorista Vaquero tiene un monólogo absolutamente genial en el que habla de la gastronomía asturiana. Allí habla del cachopo, de sus dimensiones y de su particular nombre, por lo que el vallisoletano cree que se trata de un mote de uno de los amigos que llegan al restaurante. Bromas aparte, lo del cachopo se ha convertido en una auténtica fiebre y es complicado encontrar restaurantes asturianos que no incorporen esta peculiar elaboración en sus cartas. De hecho, se ha logrado abrir un hueco en la alta gastronomía del Principado, entrando en algunos de los restaurantes más prestigiosos, con estrella Michelín incluida.

Para los no iniciados todavía en el arte del cachopo, puede decirse que se trata de una versión actualizada y mucho más contundente del mítico San Jacobo. Consiste en dos filetes de ternera, normalmente de dimensiones considerables, entre los que se sitúa jamón y queso. Se empana con huevo y pan rallado y se fríe, para servir posteriormente con una guarnición, normalmente de patatas o pimientos.

La tremenda expansión del cachopo ha hecho que se hayan dado múltiples variaciones en los ingredientes, sobre todo del relleno. Se pueden encontrar setas, champiñones, pimientos, distintos tipos de queso, cecina, espárragos… La variedad es tan amplia como la imaginación. Lo que no suele tener ninguna modificación es la carne de ternera que sirve de ligazón entre el relleno interior y el empanado exterior.

El cachopo es un buen ejemplo de que la imaginación sirve para presentar los productos de siempre, como la carne de ternera, de una forma que atraiga a todo tipo de públicos. ¡Bien por el cachopo!