Pasar unos días por el norte de Navarra significa zambullirse en unas tierras en las que el paisaje, la tradición y las personas se funden en una misma realidad. Da la impresión de que los navarros están determinados a ser de la forma que son, solamente por el influjo de sus selvas y bosques. No es de extrañar que en esta zona del norte de Navarra, fronteriza con Francia y nada lejos de las playas guipuzcoanas, aunque en realidad parecería que está a años luz de distancia, tenga su cuna la tradición más fuerte de brujas en la península Ibérica. Zugarramurdi, una localidad que se encuentra apenas a unos kilómetros de la muga, tiene una amplia tradición de magia negra, ganada con justicia en sus legendarias cuevas con el paso de los siglos.

Elizondo es otro punto de encuentro absolutamente imprescindible de la zona del Baztán. La que puede considerarse como capital de la comarca, es uno de los pueblos más vascófonos de la comunidad navarra. En esta localidad se encontró a partir de julio de 1834 y durante un corto espacio de tiempo la corte de Carlos María Isidro, Carlos V, a su regreso de Inglaterra tras la persecución de los isabelinos y en donde se refugió durante la Primera Guerra Carlista. En el terreno gastronómico, son casi insuperables son chuletones de vacas criadas en el verdor del monte navarro.

En esta zona en la que los límites fronterizos se confunden, las localidades francesas de Ainhoa y Sare persisten como supervivientes de los mejores ejemplos de la arquitectura vasca en Francia. Pequeños pueblos de montaña en los que conviven los frontones de pelota con los campos de rugby, deporte tan estimado en el sur del país galo. El toque definitivo lo dan esos pequeños cementerios incrustados en medio del pueblo, junto a la iglesia.

(Fuente de las fotos: Vacuno de Élite)